Alégrate te dijo aquel dichoso
Ángel, pues Dios por Madre te elegía
Mas luego tu Belén se trocaría
En Calvario sombrío y doloroso.
¿En dónde se ha escondido aquel gozoso
Momento en que tus brazos lo envolvían,
Si viéndolo en la cruz ya no tenía
Ni su cuerpo color, ni luz sus ojos?
Pero fue como el ancho mar profundo
Tu amor y ni la espada con su herida
Pudieron separarte de Jesús.
Y así cuando padezca en este mundo
Mis ojos han de hallarte, Madre, erguida
De pie, siempre de pie, junto a la cruz.
Por Mariano Seguí, estudiante-seminarista de Miles Christi
para el Blog de Jóvenes de Miles Christi
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